Cada día, millones de usuarios se conectan a redes WiFi públicas en aeropuertos, cafeterías o centros comerciales sin sospechar que están abriendo una puerta directa a su información personal. El error más extendido que comete cerca del 90% de las personas es acceder a estas redes sin ningún tipo de protección o cifrado, confiando en que la conexión es “segura” simplemente por estar disponible de forma gratuita.

Conectarse sin protección: un riesgo más común de lo que parece
Las redes WiFi abiertas permiten que cualquier usuario dentro del mismo rango de cobertura pueda interceptar los datos transmitidos. Esto incluye contraseñas, mensajes, correos electrónicos, e incluso información bancaria si se navega sin una capa de seguridad adicional. Los ciberdelincuentes utilizan herramientas sencillas para capturar ese tráfico y obtener acceso a la información privada de los dispositivos conectados.
Uno de los ataques más comunes es el llamado “man-in-the-middle”, en el que un atacante se sitúa entre el usuario y el punto de acceso para interceptar o modificar los datos transmitidos. Lo más preocupante es que, para el usuario, la conexión parece normal: el icono de WiFi se mantiene activo y la navegación no presenta interrupciones visibles.
El segundo gran error consiste en acceder a servicios sensibles —como la banca online o el correo electrónico corporativo— desde estas redes abiertas. Muchos sitios aún no utilizan protocolos HTTPS en todas sus páginas, lo que permite que parte del tráfico viaje sin cifrar. Incluso en los casos en los que sí lo hacen, un atacante puede falsificar certificados digitales y hacer creer al usuario que está en un sitio legítimo.
Para evitar estos riesgos, los expertos en ciberseguridad recomiendan utilizar siempre una VPN (red privada virtual) al conectarse a redes públicas. Este sistema cifra todo el tráfico entre el dispositivo y el servidor VPN, impidiendo que cualquier persona intercepte los datos. Hoy en día existen múltiples opciones de VPN de alta velocidad y bajo coste que pueden configurarse fácilmente desde el móvil o el portátil.
Otra medida básica es desactivar la conexión automática a redes abiertas. Muchos dispositivos guardan las redes a las que se han conectado anteriormente y se vuelven a enlazar de forma automática sin aviso, lo que permite que un atacante configure un punto de acceso con el mismo nombre para atraer conexiones no deseadas.
Asimismo, es aconsejable mantener el firewall activo y evitar compartir archivos o carpetas cuando se está conectado a una red pública. Desactivar el uso compartido de recursos y la detección de red en estos entornos evita que otros usuarios puedan ver o acceder a los contenidos del dispositivo.
En el caso de los teléfonos móviles, conviene prestar especial atención al uso de aplicaciones que almacenan credenciales de acceso. Algunas apps, sobre todo las más antiguas o de origen dudoso, no cifran correctamente los datos. Utilizar un gestor de contraseñas con autenticación de doble factor puede marcar la diferencia entre mantener la cuenta segura o sufrir un robo de identidad.
Finalmente, siempre es recomendable actualizar el sistema operativo y las aplicaciones. Muchas vulnerabilidades que los atacantes aprovechan para infiltrarse en los dispositivos se corrigen mediante actualizaciones de seguridad. Ignorar estos avisos es una forma silenciosa de facilitarles el trabajo.
El mayor error no está en conectarse a una red pública, sino en hacerlo sin precauciones. Navegar con sentido común, usar una VPN y mantener el dispositivo actualizado son medidas sencillas que pueden evitar pérdidas de datos, robo de contraseñas y otros ataques cada vez más frecuentes en entornos digitales.