En tecnología, hay inventos que nacen para resolver problemas y otros que simplemente buscan llamar la atención. De ese segundo grupo suelen salir dispositivos que generan dudas en su lanzamiento, pero que poco después dominan titulares y listas de ventas. El fenómeno es cíclico: un artilugio que muchos consideran prescindible se convierte, casi sin explicación, en el accesorio de moda.

De caprichos virales a superventas inesperados
El ejemplo más reciente está en los mini ventiladores portátiles, un producto que parecía destinado a las ferias de verano y que hoy es imprescindible en millones de bolsos. La combinación de olas de calor, teletrabajo y precios bajos lo convirtió en un accesorio recurrente en redes sociales, impulsando compras por pura recomendación viral.
Algo similar ocurrió con los localizadores Bluetooth. Durante años fueron vistos como llaveros caros sin demasiada utilidad. El giro llegó cuando fabricantes como Apple y Samsung incorporaron redes de búsqueda masivas basadas en los propios móviles de sus usuarios. Pasaron de curiosidad tecnológica a herramienta clave para evitar pérdidas de mochilas, maletas o incluso mascotas.
Las cámaras de vigilancia para el hogar protagonizaron otro salto inesperado. En sus inicios se vendían como gadgets para entusiastas de la domótica. Hoy, modelos económicos con conexión WiFi, visión nocturna y detección inteligente llenan plataformas como Amazon, impulsados por recomendaciones virales y vídeos que muestran cómo detectan movimientos en tiempo real.
Los dispensadores automáticos, tanto de jabón como de comida para mascotas, avanzaron por el mismo camino. Primero generaron memes por considerarse innecesarios; después, la comodidad de no tener que pulsar botones o la posibilidad de programar tomas desde el móvil los convirtió en superventas. El auge de los hogares conectados terminó por consolidarlos.
Incluso objetos tan sencillos como los soportes de móvil para coche han vivido su propia explosión. La llegada de CarPlay y Android Auto, junto con sistemas magnéticos más seguros, transformó un accesorio poco valorado en una compra obligada para los usuarios de navegación GPS.
Otro caso llamativo lo protagonizan las luces LED decorativas. De producto asociado a adolescentes y streamers, pasaron a formar parte de salones, escritorios y estudios de grabación. Su impacto visual en vídeos de TikTok y Twitch impulsó miles de ventas y convirtió este tipo de iluminación en un estándar estético.
El patrón se repite cada cierto tiempo: un gadget llega al mercado, provoca burlas por su supuesta inutilidad y, en cuestión de meses, se convierte en un imprescindible. La viralidad ha cambiado las reglas del juego. Ya no basta con lanzar un producto funcional; necesita ser fotogénico, aparecer en un clip de diez segundos y sumar recomendaciones espontáneas.
Lo que ayer parecía una ocurrencia hoy puede ser una fuente millonaria de ingresos. Y en un mercado guiado por tendencias rápidas, los gadgets nacidos para arrancar una sonrisa siguen demostrando que, con el empuje adecuado, pueden transformarse en éxitos globales.